miércoles, 17 de julio de 2013

El fútbol que me ha tocado ver




No me tocó ver a Pelé, ni a Cruyff, ni a Rivelino o Beckenbauer, sin embargo, el primer mundial que disfruté fue el de 1982 y me enamoré apasionadamente del fútbol gracias a la magia de Platini, Rossi, Sócrates, Junior, Zico, Maradona, Falcao, Cerezo, Tardelli, Boniek, Lato, Giresse, Rummenige, Breitner etc.

Sin duda, fue en gran parte gracias a Brasil, que mi amor por el fútbol se convertiría en la relación más estable de todas, en un cariño verdadero sobre el cual no existe la palabra divorcio.

Mientras lograba arañar lo poco que se podía en aquella época de transmisiones de partidos, muchos de ellos en diferido y editados para que duraran una hora, alcancé a disfrutar de la magia del gran Diego Armando Maradona en el Napoles, Platini en la Juventus y otros cracks que iban y venían sembrando su magia en los diferentes gramados.

Mientras tanto, en Colombia, disfrutaba del fútbol local aunque mi equipo, el Independiente Santafé, no lograba alcanzar títulos pero sacaba jugadores históricos que nos hacían soñar.

Con el paso del tiempo tuve la oportunidad de ver a grandes como Freddy Rincón, Sergio Angulo, Armando Díaz, William Morales y extranjeros como Gottardi, Coloccini, Sosa, Odine y Balbis, quienes dejaron un grato recuerdo en mi memoria cardenal.

Me tocó ver buen fútbol, no era tan dinámico como el de ahora, no era de atletas que podían correr los 100 metros en 10 segundos y patear bien un balón, era de tipos que jugaban con cadencia pero que llenaban de fantasía las canchas.

No fui de los que me hice seguidor de la Juve por Zidane o por Nedved, lo hice por Boniek y Platini, tampoco me hice seguidor del Barcelona por Dinho o Messi, lo hice por Romario y Stoichkov, tuve la fortuna de ver a los hermanos Laudrup en el 86, a Vincenzo Scifo y Ceulemans en Bélgica, a Elkjaer larsen en esa Dinamarca sorpresiva y de un juego fantástico.

Por eso, que la vida me ha dado la oportunidad de ver, por esa magia que me ha deleitado gracias a monstruos que se dedicaban a divertirse dentro de una cancha, a los Hagi, Cantona, Gascoigne, a esos jugadores de Marruecos que practicaron un fútbol exquisito en México 86, por ellos es que hoy todavía creo en el fútbol.

Un capítulo aparte merece el Maradona del 86, a quien tuve la oportunidad de disfrutar, un mundial extraordinario no sólo por la zurda mágica de Diego, sino por la calidad de los partidos y el derroche de fútbol que hubo por parte de las diferentes selecciones.

En la actualidad, prima mucho más la disciplina, la capacidad física, la aplicación táctica y los jugadores cuya efectividad está por encima de la fantasía o de la magia con el balón. Tal vez el último de esos magos que aún da algunas pinceladas es Ronaldinho, ya otros colgaron las botas como Zidane, Okocha, Valderrama, Ortega, Ronaldo y algunos más que se divertían con gambetas, sombreros, tacos, rabonas y túneles.

Hay que adaptarse a los cambios y seguir disfrutando con lo que nos presenta el fútbol, hoy celebramos más las guerras por romper records anotadores que por jugadas de esas que levantan a la tribuna, como el escorpión de Higuita o las de la Gambeta Estrada que ponían a soñar a cualquier niño con llegar pronto a la cancha de su barrio para practicarlas. 

A cada generación le corresponde ver lo que su tiempo dicta, mis mayores relatan que no hubo nadie como Pelé, los mayores que ellos hablaban de Obdulio Varela, Di Stéfano y así podríamos seguir mirando atrás. No nos queda más que disfrutar lo que nos corresponde y añorar a aquellos que tanto nos regalaron.

Aquí no se trata de decir qué tiempo fue mejor, o del porqué ya no se juega con la misma alegría. Hoy el fútbol es una industria multimillonaria regida por los contratos publicitarios, la televisión y las apuestas.

Yo seguiré disfrutando de mi madurez como hombre y como seguidor incondicional de un deporte que me ha dado momentos inolvidables, seguiré apoyando a mi querido Santafé y compartiendo con mi padre y familia sus triunfos y el dolor de las derrotas.

También apoyaré como  siempre a nuestra selección Colombia y gozaré con sus participaciones en mundiales o cualquier evento en el que nos represente.  Así es, seguiré viendo el fútbol que me ha tocado y llenando mi memoria de nombres, anécdotas, partidos, jugadas y datos que sin duda valen la pena retener y compartir.

¡Que viva el fútbol, carajo!

lunes, 24 de junio de 2013

Los Guerreros de Tahití



La selección de fútbol de Tahití, es uno de esos fenómenos mediáticos que por diferentes razones está en boca de todos y es utilizado tanto para burlas como para ejemplos de superación y juego limpio.

En mí caso, con todo y que estoy en desacuerdo con algunos manejos de la FIFA en cuanto al tema de las competencias por confederación, prefiero abordar a Tahití como un ejemplo de deportividad y alegría.

Como todos los deportes al momento de su nacimiento, el fútbol era una forma de divertirse, un juego que implicaba ejercitarse pero cuyo fin no era otro que pasar un buen rato y trabajar en equipo.

Para los jugadores y el técnico de Tahití, la esencia del deporte sigue siendo la misma, sus raíces están intactas y lo que hacen tiene como principal objetivo la diversión, hacer algo entretenido en lo que puedan dejar el alma sin perder el norte del asunto.

Es increíble, pero mientras los mejores jugadores del mundo entran a la cancha con cara de malos, rara vez esbozan una sonrisa y le manotean a sus compañeros y a quien se les atraviese, estos jóvenes de Oceanía, ven el juego como una oportunidad de compartir, divertirse y reconocer en cada uno, y en el otro, el esfuerzo y la dedicación.

Lejos de las marañas de la táctica y los planteamientos científicos que envuelven al deporte rey en estos días, los isleños sonríen, gozan, se abrazan, acarician la cabeza del contrario, no detienen a patadas a su adversario ni se sienten humillados por estar debajo en el marcador.

Son conscientes de la superioridad física y deportiva de sus rivales, y se sienten agradecidos por la oportunidad de compartir con ellos y de poder aprender de aquellos que viven del fútbol.

No se ganan 30 millones de euros por año, tampoco tienen contratos de publicidad con cuanto producto exista, pero tienen algo que esas grandes estrellas perdieron en el camino, tienen una felicidad envidiable que expresan sin temor al pisar el rectángulo de juego, son ganadores y lo saben, sin importar lo que el tablero electrónico registre al final.

Reconocen al rival y disfrutan sus destrezas, de la fantasía que seguramente han admirado por televisión. Quieren construir una cultura futbolística en su país con base en los valores que el deporte hace rato perdió, o para ser más claros, vendió para convertirse en una industria multimillonaria y llena de mafias que la dominan.

Claro, para la mayoría, Tahití es el meme del momento, una oportunidad para sacar toda su gracia y las dotes humorísticas que sobran por estos días. Seguramente, es la antítesis del fútbol que conocemos, en donde los seguidores de los equipos son enemigos, deben tomar un bando y estar dispuestos a agredir física y verbalmente a su oponente.

Para esa masa descontrolada que ha perfeccionado el matoneo, cuyo lenguaje se limita a la vulgaridad, la amenaza y la provocación, los oceánicos son un fenómeno, una especie en vía de extinción que nunca se interpondrá en su camino.

Tahití, le ha dado una lección al mundo de la importancia que tiene competir, eso por encima de ganar o perder, el valor de aceptar una derrota con la cara en alto y sin nada que esconder, sin razón para sentir vergüenza y compartiendo lo mejor de su cultura, sus costumbres, su educación.

El cuento de hadas terminará este fin de semana y los simpáticos isleños regresarán a sus verdaderos trabajos, volverán a casa llenos de anécdotas que contarán a sus hijos y cada uno se sentirá como un héroe, como un pionero, un conquistador.

Nosotros seguiremos disfrutando de la magia de los Messi, Cristiano, Bale, Neymar y compañía, aunque no los veamos sonreír, aunque su frialdad los ponga en un pedestal casi inalcanzable para los mortales y pese a que sus declaraciones y comportamientos no sean de gran valor ni precisamente su legado.

Gracias Tahití, gracias por mostrarnos que en donde menos pensamos, encontramos esperanza, encontramos los valores que creíamos, sólo existían en los clásicos de la literatura, gracias por enseñarle al mundo que se puede disfrutar lo que se hace, que ganar no lo es todo y que el respeto es lo más importante.

Desde ahora, me declaro un seguidor de los Guerreros de Tahití.

jueves, 25 de abril de 2013

Estancados



Desde comienzos de este año me propuse tener una visión más positiva y constructiva de cada una de mis vivencias, así como de la realidad del país, de la cual no puedo ser ajeno ni me es indiferente.

Hoy, debo confesar que esta tarea ha resultado más compleja de lo que me imaginaba y que cada día hay algún acontecimiento en el país que patea en las partes nobles a mi espíritu positivo. 

No voy a entrar en un debate moral, religioso o ético respecto al hundimiento en el Congreso del proyecto de matrimonio igualitario, que permitiría a la comunidad LGBT formalizar ante la ley sus compromisos de pareja. 

Este tema tiene todos los ingredientes para una discusión con altura, con pros y contras dentro del sentido común y apelando al contexto y la realidad del mundo en estos días, no a las tradiciones y mitos.

Sin duda, lo doloroso aquí es el tratamiento que le dan a estos temas nuestros representantes y diferentes voceros implicados por parte de las instituciones gubernamentales.

Lejos de cualquier profundización, investigación o estudio a conciencia de la situación, estos personajes bufonescos, se consolidan como el hazmerreír de la Nación con posiciones arcaicas que carecen de sentido común y se tornan ofensivas y dañinas.

Desconocer la importancia de una comunidad como la LGBT que vive entre nosotros, entre nuestras familias, empresas, universidades y todo lo que compone nuestro diario vivir es como pretender meterse en una burbuja y aislarse de la realidad.

Cómo pueden hablar del orden natural de las cosas y buscar en la palabra de Dios la justificación a su radicalismo y a su doble moral, personajes en su mayoría investigados por temas de corrupción, por patrocinar grupos al margen de la ley, por violar la constitución, por desfalcos, por tráfico de influencias, por borrachos, por vagos.

Me pregunto, en medio de problemas sociales, económicos y de seguridad como los que afronta Colombia, cómo es posible que estos personajes quieran seguir estancando a un país que para algunos parece ser un paraíso mientras no progrese y conserve su estatus de tercermundista. 

Basta con ver el afán de algunos caciques viudos de poder por mantener al país en guerra, algo que saben, es un negocio multimillonario para sus arcas y las de sus conocidos. 

Lo peor de todo esto, es que ya nuestros “líderes” han perdido cualquier ápice de vergüenza y no les importa que nuestro país figure en el mundo como un violador de derechos humanos, una  Nación anquilosada, con determinaciones dignas del medioevo y con una justicia folclórica y prostituida, lista para venderse al mejor postor.

Estancados queridos amigos, así estamos y así seguiremos mientras nos indigne todo lo que pasa en nuestra patria querida pero el día de elecciones nos quedemos viendo televisión, haciendo locha, esperando a que escampe o merme el fuerte sol, buscando cualquier pretexto para no cumplir con nuestro deber de elegir, así sea con un voto en blanco como muestra de que nos importa lo que pase con Colombia.

La comunidad LGBT no es la única humillada y sometida aquí, son nuestras mujeres, víctimas de un país machista, nuestros niños cuyos derechos son vulnerados a diario, los negros quienes padecen a una sociedad hipócrita y racista; los indígenas y campesinos a quienes se les mira con desprecio y como seres insignificantes.

Me despido, con la vergüenza enorme que me producen nuestros políticos y las instituciones que nos rigen, con el dolor que me da ver que no se toma en serio ningún tema y que la impunidad a todos los niveles, no solo la de los terroristas de cualquier bando, sino la de los corruptos, reina mansamente ante nuestra mirada indiferente. 

Hasta pronto.

lunes, 15 de abril de 2013

Acepté el Desafío



Hace algunos días tuve la oportunidad de competir en el Desafío de Guerreros, una carrera 5k con obstáculos que se realiza en terreno montañoso y que además de creativa y divertida resultó ser una verdadera prueba a mi resistencia y voluntad.

El ambiente no podía ser mejor en el Castillo Marroquín, música, animación, un clima espectacular, una pista increíble, mujeres bellas, grupos de amigos llenos de entusiasmo, sonrisas, colores, familias, público y lo más importante, un espíritu de sana competencia en la que lo menos importante era estar por encima de los demás.

Seguramente, a lo largo del año se desarrollan mil carreras distintas en el país, algunas por causas sociales, otras con un espíritu de competencia bastante alto y la mayoría con algo de moda y farándula que las convierte en escenarios perfectos para el mercadeo y la promoción de marcas.

El Desafío de Guerreros, puede tener la mayoría de esos ingredientes, es un escenario extraordinario para la promoción y el mercadeo de productos, también para encontrarse con gente maravillosa pero ante todo es una prueba con un espíritu de esfuerzo y autoestima como ninguna otra.

La filosofía de la carrera lo pregona, debes hacerlo a tu ritmo y de acuerdo a tus capacidades pero eso sí,  lo importante es que te des a la tarea de superar cada uno de los obstáculos que te vayas encontrando. Nada más parecido a nuestro diario vivir, a la voluntad y fortaleza que necesitamos para superar los obstáculos que se nos presentan sin distingo de clase, edad o condición.

Sin duda, el Desafío es la oportunidad de probarte a ti mismo hasta donde estás dispuesto a luchar, es más que mirar atrás para ver si alguien te va a superar, es superar tus temores y peros, superar esos obstáculos que, con solo ver, pensamos que son casi imposibles para nuestra capacidad.

Además del esfuerzo que requiere tanto físico como mental, también se presenta como un escenario para ser honestos con nosotros mismos, en algunos momentos puedes pasar el obstáculo aunque tengas que intentarlo varias veces o desistir y seguir por un lado, y es ahí donde entra nuestra voluntad y deseo de superación.

Algunos, por supuesto iban pendientes del tiempo, mejor preparados y dispuestos a dejar una buena marca en el registro final del Desafío pero la gran mayoría, sin importar el género, edad y condición física, tenían como motivación probar de qué y para qué estaban hechos, pasar un día inolvidable y olvidarse de problemas, deudas, trabajo, tristezas y cualquier carga que se tuviera antes de empezar el recorrido.

Que gran carrera, que buenos recuerdos los que quedan y que insuperable satisfacción la de haber terminado el Desafío de Guerreros.  Lo volvería a hacer, me prepararé mejor para esa próxima oportunidad con el fin de superar lo que hice y espero que ese espíritu de amistad, de camaradería, de fiesta y de superación, siga presente en cada una de las competencias por venir. 

Si les interesa saber más sobre la carrera visiten el sitio: www.desafiodeguerreros.com