No me tocó ver a Pelé, ni a Cruyff, ni a Rivelino o
Beckenbauer, sin embargo, el primer mundial que disfruté fue el de 1982 y me
enamoré apasionadamente del fútbol gracias a la magia de Platini, Rossi, Sócrates,
Junior, Zico, Maradona, Falcao, Cerezo, Tardelli, Boniek, Lato, Giresse, Rummenige,
Breitner etc.
Sin duda, fue en gran parte gracias a Brasil, que mi amor por
el fútbol se convertiría en la relación más estable de todas, en un cariño verdadero
sobre el cual no existe la palabra divorcio.
Mientras lograba arañar lo poco que se podía en aquella
época de transmisiones de partidos, muchos de ellos en diferido y editados para
que duraran una hora, alcancé a disfrutar de la magia del gran Diego Armando
Maradona en el Napoles, Platini en la Juventus y otros cracks que iban y venían
sembrando su magia en los diferentes gramados.
Mientras tanto, en Colombia, disfrutaba del fútbol local
aunque mi equipo, el Independiente Santafé, no lograba alcanzar títulos pero sacaba
jugadores históricos que nos hacían soñar.
Con el paso del tiempo tuve la oportunidad de ver a grandes
como Freddy Rincón, Sergio Angulo, Armando Díaz, William Morales y extranjeros
como Gottardi, Coloccini, Sosa, Odine y Balbis, quienes dejaron un grato
recuerdo en mi memoria cardenal.
Me tocó ver buen fútbol, no era tan dinámico como el de
ahora, no era de atletas que podían correr los 100 metros en 10 segundos y
patear bien un balón, era de tipos que jugaban con cadencia pero que llenaban
de fantasía las canchas.
No fui de los que me hice seguidor de la Juve por Zidane o
por Nedved, lo hice por Boniek y Platini, tampoco me hice seguidor del
Barcelona por Dinho o Messi, lo hice por Romario y Stoichkov, tuve la fortuna
de ver a los hermanos Laudrup en el 86, a Vincenzo Scifo y Ceulemans en
Bélgica, a Elkjaer larsen en esa Dinamarca sorpresiva y de un juego fantástico.
Por eso, que la vida me ha dado la oportunidad de ver, por
esa magia que me ha deleitado gracias a monstruos que se dedicaban a divertirse
dentro de una cancha, a los Hagi, Cantona, Gascoigne, a esos jugadores de
Marruecos que practicaron un fútbol exquisito en México 86, por ellos es que
hoy todavía creo en el fútbol.
Un capítulo aparte merece el Maradona del 86, a quien tuve la oportunidad de disfrutar, un mundial extraordinario no sólo por la zurda mágica de Diego, sino por la calidad de los partidos y el derroche de fútbol que hubo por parte de las diferentes selecciones.
En la actualidad, prima mucho más la disciplina, la capacidad física,
la aplicación táctica y los jugadores cuya efectividad está por encima de la
fantasía o de la magia con el balón. Tal vez el último de esos magos que aún da
algunas pinceladas es Ronaldinho, ya otros colgaron las botas como Zidane,
Okocha, Valderrama, Ortega, Ronaldo y algunos más que se divertían con
gambetas, sombreros, tacos, rabonas y túneles.
Hay que adaptarse a los cambios y seguir disfrutando con lo
que nos presenta el fútbol, hoy celebramos más las guerras por romper records
anotadores que por jugadas de esas que levantan a la tribuna, como el escorpión
de Higuita o las de la Gambeta Estrada que ponían a soñar a cualquier niño con
llegar pronto a la cancha de su barrio para practicarlas.
A cada generación le corresponde ver lo que su tiempo dicta,
mis mayores relatan que no hubo nadie como Pelé, los mayores que ellos hablaban
de Obdulio Varela, Di Stéfano y así podríamos seguir mirando atrás. No nos
queda más que disfrutar lo que nos corresponde y añorar a aquellos que tanto
nos regalaron.
Aquí no se trata de decir qué tiempo fue mejor, o del porqué
ya no se juega con la misma alegría. Hoy el fútbol es una industria
multimillonaria regida por los contratos publicitarios, la televisión y las
apuestas.
Yo seguiré disfrutando de mi madurez como hombre y como
seguidor incondicional de un deporte que me ha dado momentos inolvidables,
seguiré apoyando a mi querido Santafé y compartiendo con mi padre y familia sus
triunfos y el dolor de las derrotas.
También apoyaré como
siempre a nuestra selección Colombia y gozaré con sus participaciones en
mundiales o cualquier evento en el que nos represente. Así es, seguiré viendo el fútbol que me ha
tocado y llenando mi memoria de nombres, anécdotas, partidos, jugadas y datos
que sin duda valen la pena retener y compartir.
¡Que viva el fútbol, carajo!