Mi abuelo me contaba la importancia que tenía en su tiempo de
empleado la amistad con algún político de turno a la hora de conseguir una
“corbata”. Por supuesto, él fue uno de los que se benefició de estos cargos
entregados por cercanía o amistad, sin importar lo apto que fuera la persona para
el mismo.
Las “corbatas” siempre han sido parte de la idiosincrasia nacional,
pese a los cambios que se han ido generando con el tiempo y los concursos
públicos que supuestamente anteponen la meritocracia a la hora de seleccionar al
candidato ideal.
Gracias a estos cargos entregados como un favor o la
retribución por algo recibido, las entidades públicas se han nutrido de la
ineptitud, la desidia, la falta de profesionalismo y la tan famosa burocracia
que tanto se ha tratado de combatir en los últimos años pero que sigue presente
en muchas de ellas.
Hoy quiero hacer una mención especial a la que considero la
“corbata” más reconocida (y a la vez menos importante) de nuestra Nación: la
Vicepresidencia.
Si señores, ser Vicepresidente de Colombia es el equivalente
a ser virreina del reinado del turismo, asistente técnico de la selección de fútbol
de Belice, extra en Padres e Hijos (o protagonista), compañero de Amparo
Grisales en el jurado de Yo me llamo o directivo de la Federación Nacional de
Polo (aunque puede tomar fuerza como el golf que ya casi es un deporte
popular).
Este cargo que tiene menos importancia que el de la Primera
Dama ha servido para proporcionar material de inspiración a los mejores
columnistas del país, generar polémicas por la cantidad de viajes inútiles con
viáticos exorbitantes y ahora en el caso
de Angelino para tratar de descubrir cuál es la verdadera motivación de estar
ahí.
Ya tenemos claro que el vice no es la persona que le habla al
oído al Presidente, sabemos que ninguna decisión importante pasa por él, que su
posición termina siendo pintoresca y que en algunos casos hasta riñe con los actos
benéficos, sociales y culturales que tradicionalmente han sido del riel de la
Primera Dama.
Gracias a esta “corbata” el país de ha dado el lujo de tener
a personajes que ni siquiera los Monty Python
habrían imaginado en sus más oscuras sátiras. Pachito Santos es el más
representativo de esta especie, un ser caricaturesco, desprovisto de la
formalidad del cargo, más cercano a la farándula que a la profundidad en
cualquier tema, un ser bufonesco que en su mente se considera un generador de
opinión.
Por supuesto, Pachito tenía el perfil ideal para acompañar a
ese emperador antioqueño, heredero del legado de históricos como Napoleon,
Mussolini, Franco, Batista, Oliveira, Pinochet y Noriega. Santos era el
personaje perfecto para distraer la atención de buena parte de la opinión,
centrada más en sus viajes por el mundo, la consecución de la sede del mundial
juvenil o su participación en carnavales, ferias y fiestas.
Como era de esperarse Pachito escuchaba y se enteraba de
todas las cosas que pasaban al interior del gobierno pero no tenía la capacidad
de entender algunas o prefería no preguntar para no poner en riesgo la
comodidad del “prestigioso” cargo que se había ganado gracias a su reconocida
carrera pública (¡Plop!).
Conservando la tradición de los delfines, acostumbrados a
llegar a los mejores cargos públicos del país, sin más mérito que el de su
apellido, Santos mostró algo de sagacidad al momento de defender con vehemencia
a su jefe, a su amo. Trató de poner cara de bravo al referirse a la guerrilla
(como lo hizo con los estudiantes desde su cada vez menos respetada tribuna
radial).
Dentro de su imagen de humorista de Comedy Central , se apegó
al libreto de la Casa de Nariño (de Uribe en ese entonces) defendiendo a capa y
espada las acciones militares que obtuvieron resultados pero también lunares
como los falsos positivos. También defendió y sigue defendiendo a todos los
implicados en los diferentes desfalcos del gobierno anterior siguiendo la línea
de la empresa radial para la que trabaja, el medio oficial del decaído
uribismo.
Otros han generado menos ruido pero se han beneficiado de la exclusiva
“corbata” nacional, Humbertico de la Calle tuvo la oportunidad de ser
Presidente por unos días, algo que lo hará aparecer en los libros de historia
de los estudiantes de primaria, además de garantizarle los beneficios de ley a
los que tiene derecho un ex mandatario.
Llegamos entonces a nuestro actual Vicepresidente, Angelino
Garzón. Éste hombre marcado por su pasado sindicalista, ex gobernador del
Valle, personaje que en algún momento despertó la pasión de la clase obrera
colombiana, consiguió subir a este cargo sin ton ni son, sin funciones
definidas, sin respaldo constitucional pero sin duda una posible catapulta para
sus verdaderos planes.
Nadie sabe cuál ha sido el aporte de Garzón, seguramente
nunca lo sabremos. No creo que este tan cómodo como Pachito en el cargo y ahora
menos luego de fracasar en su utópica aspiración de presidir la OIT.
Juan Manuel Santos seguramente sabía que pese a cualquier
esfuerzo o cobro de favores, Angelino no iba a conseguir la posición. Ahora que
se terminó este distractor cuya inversión seguramente desconoceremos, se le
viene el problema al primer mandatario de saber qué va a poner a hacer a
Garzón.
La Primera Dama debe estar durmiendo intranquila contemplando
la posibilidad de que Angelino la acompañe a sus tardes de Rummi-Q o a los
desfiles de moda a beneficio de alguna de las cien mil fundaciones que trabajan
en nuestro país.
El tiempo nos dirá en que termina la gestión de Angelino como
Vicepresidente de nuestra querida república, nos dirá en que nos beneficia
mantener esta costosa figura, nos dirá si la corbata más reconocida del país
puede llegar a ser como Robín para Batman, como Toro para el Llanero Solitario
o simplemente seguirá siendo como Pachito para Uribe (algo asPatricio para Bob
Esponja).