jueves, 18 de octubre de 2012

Oktoberfest y otras tradiciones



Como parte de nuestro proceso de globalización, TLC y apertura continua hacía lo mejor que nos ofrecen las culturas de los países desarrollados, hoy me encuentro con la euforia por la celebración del Oktoberfest en los diferentes pubs y zonas de rumba de Bogotá.

Me encanta la cerveza y quisiera compartir el entusiasmo de los miles de descendientes bávaros que quieren enriquecer nuestra cultura y hacernos sentir, en el altiplano cundiboyacense, las bondades de su ya tradicional festival cervecero.

Mientras busco en mí árbol genealógico algún parentesco, así sea con el Panzer Carvajal o el alemán Porras, quiero recapacitar un poco y con la mayor brevedad posible, sobre nuestro apetito por las costumbres internacionales.

Seguramente, los bares alemanes y sus tradicionales tabernas no promocionan el Carnaval de Barranquilla, ni la Feria de Cali con el fin de motivar a sus fieles consumidores a vivir en carne propia estos patrimonios de la humanidad.

Sin embargo, no podemos pretender que todos tengan la mentalidad cosmopolita que caracteriza a nuestro pueblo, esa facilidad para asumir como propias las tradiciones del primer mundo, como el día de San Valentín o el de Acción de Gracias.

En el país del sagrado corazón, el de las romerías al 20 de julio, donde los penitentes se flagelan durante semana santa, los buses, busetas y colectivos hacen caravanas con la virgen protectora y exclusiva del gremio, el mismo donde el reinado nacional de la belleza es la fiesta de un pueblo que no se puede acercar al hotel de turno donde se realiza el evento, en ese país, también celebramos el oktoberfest.

Algunos, posiblemente afectados en su orgullo al leer este tipo de artículos, me podrán recalcar que fuimos colonia europea, española, para ser más exactos, lo cual nos daría el derecho a celebrar la tomatina de los valencianos previa a las fiestas de Buñol, o las fiestas de San Fermín.

Tal vez, si celebráramos alguna de las anteriores, tendría una justificación histórica que, aunque debatible, no sería tan traída de los cabellos.

Me pregunto, el por qué no celebramos Mardi Grass, ya que nos gusta tanto el tema de adopción de tradiciones, esa sería una que me llegaría a motivar, el problema es que se realiza el martes previo al miércoles de ceniza y seguramente el Procurador la tipificaría como un delito mayor.

Trataré entonces de seguir disfrutando nuestro centenar de festivos anuales por razones que la mayoría de veces desconozco pero que generalmente involucran alguna figura del mapa religioso.

Asimismo, intentaré ver con buenos ojos nuestra apertura al mundo y nuestra devoción hacía lo que no nos corresponde, como las elecciones en los países vecinos, nuestra enorme capacidad para tener claridad sobre lo que les conviene a los demás aunque nos equivoquemos o seamos indiferentes a la hora de decidir nuestro destino.

Disfrutaré de Bogotá despierta con motivo de San Valentín en el mes de febrero y las promociones de pavo en Carulla, Carrefour, Pomona y otros almacenes durante la semana de acción de gracias.

También, compartiré la emoción por el 4 de julio mientras escucho la W y el colorido del love parade  bogotano como si de un pedazo de Berlín en Colombia se tratara.

En fin, no puedo ser retrógrado y negarme a vivir en pleno la globalización y sus consecuencias, ya Dania y sus amigas pusieron un punto muy alto en cuanto al intercambio cultural como para que yo, un mortal más, venga a ponerle peros a nuestro apetito voraz por el conocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario