Con esta frase, los abuelos definían la frustración que les
causaba ver lo cerca que estábamos de alcanzar algo. La frase pasó de
generación en generación y muchos la tuvieron que emplear cuando tres de las
mujeres más hermosas de nuestro país fueron declaradas virreinas universales de
la belleza o cuando el América de Cali cayó en cinco finales de Copa
Libertadores.
Son muchos los ejemplos que se pueden dar de esos cinco
centavos que nos faltaban, le hicieron falta a Fabio Parra en el Tour de
Francia, a Colombia contra Camerún en el mundial de Italia 90, a Nacional y
Caldas en la Intercontinental, a Falla en todos los torneos de tenis que juega,
a Fabiola Zuluaga en los abiertos que disputó y a Taliana Vargas nuevamente en
Miss Universo.
En los Grammy anglo, que son los realmente importantes,
también nos quedan faltando, como a Sofía Vergara en los Emmy durante tres años
consecutivos.
Afortunadamente, siempre habrá excepciones a la regla y la
siempre bella Luz Marina Zuluaga fue Miss Universo, en una época en la que no
se gastaban una cantidad absurda de dinero y las mujeres lucían naturales y
bellas, se parecían a las de las fotos cuando eran niñas, misma nariz, mismos
pómulos, misma contextura, senos naturales, en fin sus familiares las
reconocían aunque dejaran de verlas por largas temporadas.
También fue excepción el gran Gabriel García Márquez, quien
logró para Colombia el único premio Nobel de literatura, algo que sólo habría
podido emular alguien como Álvaro Mutis por la calidad de su obra.
Otras dos mujeres, Mariana Pajón y María Isabel Urrutia, han
logrado lo inimaginable en los Juegos Olímpicos, las únicas medallas de oro en
la historia del deporte colombiano, en modalidades que para nada representan los
deportes con mayor apoyo y seguidores en el país.
Hay excepciones como podemos ver, la mayoría son casos
aislados y producto de un esfuerzo individual más que de un proceso o trabajo
en conjunto con el Estado. Los cinco centavos nos seguirán faltando una y otra
vez porque es la forma en que actuamos, es el producto de lo que somos.
Eso sí, en muchos casos no nos faltan cinco centavos, o
miremos nuestra sistema de justicia, un caos total en el que la impunidad es
favorecida y las leyes se aplican de manera selectiva y de acuerdo a la capacidad
económica del implicado, en eso sí somos líderes mundiales.
Qué decir de nuestras ciudades y sus gobernantes. Vivimos en
medio de la corrupción más descarada y evidente del mundo, tenemos una
inseguridad creciente, una violencia incontrolable, sicariato, bandas criminales, guerrillas, autodefensas,
traquetos y esmeralderos a la vuelta de la esquina. Encabezamos las listas
orbitales en cuanto a desfalcos, muertes violentas y violación de derechos
humanos.
En ataques con ácido, sin duda, tenemos bien ganado ser parte
del nefasto podio.
Como podemos ver, en estos aspectos nos sobran los centavos,
los pesos, no tenemos competencia, basta con mirar las estadísticas de
denuncias por desapariciones y asesinatos extra judiciales para ver que somos una
potencia mundial es este orden.
Proclamamos y le gritamos al mundo las bondades de nuestra
democracia como si en el exterior no se dieran cuenta de la situación que
vivimos, de los escándalos que a diario se dan por desviación de dineros,
tráfico de influencias, conflictos de intereses, carruseles de contratos,
homofobia, persecución política y apoyo de grupos armados al margen de la ley
diferentes a la guerrilla.
Le damos con todo al gobernante de turno pero ni siquiera el
30% de la población habilitada para votar, ejerce su derecho y le da lo mismo
quien sea el elegido.
Que triste decirlo pero con todo el potencial y la cantidad
de gente extraordinaria y hermosa que habita en nuestro país, es increíble que
seamos más reconocidos por esto último que mencioné, que por el talento, el
carisma y la creatividad de un alto porcentaje de la población.
Obvio, a todo esto que vivimos se debe unir nuestra enorme
capacidad por copiar lo malo y adoptar cuanta fea costumbre se tenga en el
primer mundo. Traemos cuanta basura este
de moda y lo hacemos parte de nuestro entorno. Logramos que el pueblo se mueva
indiferente a la verdadera situación, entre novelas, realities, fiestas y
carnavales.
No hay peor ciego que el que no quiere ver y para nosotros sí
que aplica este viejo refrán. Mientras no veamos que somos parte del problema y
que nos corresponde ser parte de la solución, nos van a seguir faltando los
cinco centavos para todo lo bueno y nos van a sobrar los millones para todo lo
atroz, lo que nos hunde, lo que nos sigue reteniendo y en muchos casos haciendo
una sociedad involucionada.
Hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario