lunes, 3 de diciembre de 2012

En nuestras narices



Seguramente hay miles de cosas que se hacen por debajo de la mesa en Colombia, seguramente, mucha agua sucia corre sin que nos enteremos, pero asimismo, cada día son más las que se hacen de manera abierta y descarada, ante la vista de todos y cada uno de nosotros.

Hoy, tanto senadores, concejales, gobernadores, alcaldes, miembros de las fuerzas armadas, la policía y la rama judicial, perdieron cualquier temor a realizar cuanta atrocidad o acto de corrupción se les ocurra, sin la menor vergüenza frente a un pueblo que parece anestesiado. 

Es cierto, que estamos en la era de la información inmediata, de las cámaras de seguridad que registran todo, de los teléfonos chuzados, de las cuentas hackeadas; aparentemente todo se sabe, nada está oculto, pero aun así, nos siguen metiendo los dedos en la boca a diario mientras se roban nuestro dinero, violan nuestros derechos y aplastan cualquier oportunidad de cambio en una Nación que parece tierra de nadie.

Por supuesto, hay indignación en las redes sociales,  proliferan las cuentas de rechazo a los hampones que juegan con nuestro porvenir, hay hashtags permanentes en contra de los personajes del momento que abiertamente roban, trafican influencias, dejan en libertad al que les conviene, se mueven en favor del mejor postor.

Ya se ha vuelto casi normal ver los vídeos de nuestros policías y militares maltratando animales, las noticias de los asesinatos de niños, jóvenes y civiles en sus manos por un simple abuso de autoridad o por el terrible estado mental de sus integrantes, que en muchos casos terminan convirtiéndose en jueces, jurados y verdugos de quien se ponga en su camino.

También es pan de cada día, ver a nuestros congresistas y concejales buscando su propio beneficio, infringiendo cuanta ley exista, pisoteando la constitución o acomodándola a su antojo. Despilfarrando los recursos de la nación para favorecer a sus amigos, conocidos o a quien les parezca, sin ningún escozor y retando a la sociedad como si de intocables o seres inmaculados se tratara.

Vemos como nos quitan territorio, somos el hazmerreir del planeta, gracias a nuestra visión de la diplomacia, algo que a lo largo de nuestra historia se ha manejado como un refugio de ex militares, ex congresistas, hijos de ex presidentes, familiares de políticos amigos y todo aquel con el que se busque pagar un favor.

Gracias a esto, nuestros diplomáticos no han sido más que figuras sobrevaloradas con salarios injustificados que cumplen con llenar un lugar en el mundo y asistir o colarse en cuanto coctel se realice, sin haber logrado un respeto internacional hacia Colombia por parte de la comunidad internacional.

Lo más sencillo, es echarle toda la culpa al gobierno de turno y a la respectiva Canciller, por supuesto, tienen su responsabilidad y han aportado a la debacle, pero es en realidad el producto de nuestro folclor a lo largo de los años, el clientelismo y el tráfico de influencias por el que nos regimos.

Como si esto fuera poco, también nos enfrentamos a un gobierno distrital que permanece en pie de lucha como consecuencia de sus reiteradas equivocaciones y la guerra sucia a la que se ha visto sometido desde el comienzo de su periodo. Sin entrar en defensa de lo indefendible, es lamentable ver a personajes como Parody y Peñalosa haciendo gala de su desfachatez y su actitud de malos perdedores.

 Y la ñapa, que no pueden faltar, va por cuenta de nuestros siempre corruptos y para nada sorprendentes, congresistas y concejales que una y otra vez nos meten las manos a los bolsillos, se meten a nuestra cocina y desocupan la nevera, comen como marranos y nos dejan el desorden y los desperdicios tirados por el piso, para que humillados y sometidos los recojamos y lavemos, mientras se ríen y se burlan sin compasión.

Estos personajes bufonescos, capaces de todo, se consienten entre sí, regalándose camionetas, viajes y vaya uno a saber que otros placeres, con una actitud sarcástica en la que su desprecio hacia la sociedad es absoluto e incendiario. Además, no conformes con todo lo anterior, se confabularon para reelegir al nunca bien ponderado Procurador Ordoñez.

Dejé para el final a este personaje oscuro que tantas pasiones despierta. El Procurador Ordoñez, es la condensación del político tradicional colombiano, clientelista y acomodado, sumado a un radicalismo extremo amparado en una religiosidad casi medieval. Ordoñez, es la cereza que le faltaba a nuestro coctel, es parte de nuestro folclor y una muestra más de que nuestro país aguanta todo.

El problema más grande es que todos los mencionados en mí columna, hacen y deshacen con nuestra anuencia. Son amos y señores sin control que se ríen de nosotros y desangran al país en nuestras narices.

Hasta pronto.

2 comentarios:

  1. Haz hecho un retrato fideligno de la realidad de nuestro pais y su casta gobernante. Todos al cual mas inescrupulosos y descarados, atracadores elegidos por un pueblo desorientado y ciego que no quiere ver más allá de sus narices.
    LAMENTABLE pero cierto.

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  2. Lastimosamente la corrupción es el pan diario en Colombia. Muchos se centran en criticar a un alcalde por un pico y placa, cuando la red política general funciona inmersa en la fechoría y mediocridad con muy pocas figuras éticas e inteligentes ubicadas como dignos representantes de la sociedad. Se hace noticia de los acontecimientos pero no se mira la historia en un plano más de media duración, pues así como con el caso de San Andrés Isla, cuánto de nuestro territorio y recursos naturales no hemos ya perdido, en manos de empresas petroleras y mineras multinacionales, que desplazan población, transgreden la naturaleza contaminando y extinguiendo fuentes de agua y ecosistemas biodiversos mientras incrementan su capital, con ayuda del ejército norteamericano, el nacional y paramilitar. De todo esto los políticos de turno ganan un poco más de dígitos para sus cuentas, a veces se ven en apuros cuando son denunciados, que no sucede mucho, pero así sean condenados siempre salen victoriosos al fin de cuentas y junto a ellos, contratistas, aliados de la rama judicial, policías, militares, empresarios (entre estos los narcos) y todos quienes hacen parte del círculo de la corrupción y tienen posiciones estratégicas para asegurar su engranaje.

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