martes, 28 de febrero de 2012

30 minutos en Transmilenio

Para nadie es un secreto que la historia de Transmilenio genera odios y amores por igual. Si bien, utilizar este servicio puede resultar traumático, se convierte en la única alternativa de los bogotanos para evitar el eterno trancón de la ciudad.

Soy usuario permanente del servicio y como tal debo enfrentar todo lo que conlleva la su utilización. Durante un promedio de 30 minutos que dura mi trayecto quiero describir algunas de las situaciones que a diario percibo y que ya se han vuelto costumbre.

Los enemigos:
Están encarnados en los ancianos, los discapacitados, las embarazadas, los niños y las madres con bebés. Estos personajes cuya maldad aflora a simple vista quieren ingresar a los articulados sin hacer fila y ocupar tanto las sillas azules como las rojas sin ningún asomo de vergüenza.

Los justicieros:
Representados por el ciudadano común, aquel que goza de buena salud, joven, vigoroso y quien por lo general está sentado durante 8 horas en su trabajo o universidad. Estos personajes no pueden permitir que el enemigo tenga esos beneficios y se suben a los articulados con la meta de acabar con este despropósito.

Para lograrlo recurren a técnicas que han ido perfeccionando con el tiempo como el codo levantado cuando van a ingresar al bus y alguno de los mencionados enemigos intenta adelantárseles, la búsqueda de solidaridad con sus iguales para obligar al enemigo a ir al fondo de la fila como cualquier otro, el lanzamiento de maleta a grandes distancias para asegurar un puesto, el sueño instantáneo (los individuos quedan dormidos al entrar en contacto con la silla).

Estas técnicas sumadas a otras como los audífonos de alto poder que además de no dejar escuchar, no permiten ver, tienen su premio en la mujer con bebé rogando por una silla, la señora anciana aferrándose a una de las barras para no terminar en el suelo y los niños con sus caras oprimidas contra el trasero de alguien. Un espectáculo dantesco, que parecen disfrutar estos verdaderos justicieros del Transmilenio.

¿La explicación?:
Seguramente deben existir explicaciones casi científicas sobre estos comportamientos que al final nos conducirán a lo mismo: odio, rabia, resentimiento, etc. Todos estos factores parecen detonarse con el color rojo de los articulados, llevando a un gran porcentaje de los usuarios a sacar todas sus miserias en un mismo lugar y en el mismo lapso de tiempo.

Hace algunos años personajes como Mockus trataron de inculcar algo llamado “cultura ciudadana” una utopía que por momentos pareció dar frutos y nos hizo contemplar la posibilidad de una ciudad solidaria y respetuosa, algo que hoy parece un cuento inventado de algo que pasó en algún país lejano.

Hoy los valores son los que dictan nuestros medios y nuestros gobernantes que promueven la cultura del todo se vale y del primero yo. Con contadas excepciones aún algunos rebeldes todavía conservan algún atisbo de antiguos modales y se arriesgan al escarnio público cediendo el paso, las sillas o llevando la maleta de algún desconocido.

Espero poder seguir siendo parte de los rebeldes y que esa rebeldía de algunos contagie a muchos, es lamentable ver como la realidad de nuestro país se refleja en cosas pequeñas y cotidianas como un simple trayecto de 30 minutos en Transmilenio.

jueves, 23 de febrero de 2012

¿Usted no sabe quién soy yo?

Con esta pregunta, miles de colombianos cuya mente gira en torno a su “posición social” o al “linaje” de su familia, buscan intimidar, en restaurantes, almacenes, bares, discotecas, universidades, colegios y otros escenarios, a quien se interpone en su camino o simplemente pretende actuar bajo las normas mínimas de comportamiento en nuestra sociedad.

Es así como, diariamente, nos topamos con alguno de estos especímenes criollos que, en su atrofiada mente, se consideran especiales y para quienes la inteligencia, el respeto y la convivencia son conceptos desconocidos. Me contaba un gran amigo que tuvo la oportunidad de dictar clase en dos de las más prestigiosas universidades de la capital colombiana, como algunos de sus alumnos utilizaban este método de intimidación al recibir la calificación de sus trabajos o evaluaciones.

¿Usted no sabe quién soy yo? ¿No sabe con quién se está metiendo? ¿No sabe quién es mi papá? interrogantes que mi amigo tuvo que enfrentar, todos sin ninguna respuesta en concreto pero si con algunas teorías.

Sobre la primera pregunta ¿usted no sabe quién soy yo? por lo general es la forma de expresar, por parte del sujeto, su frustración por no saber quién es, es la permanente búsqueda de la respuesta en alguien más, una respuesta que lo oriente y le permita descubrir su razón de ser. Al final, las respuestas que encuentra no son las esperadas y termina descubriendo que es un ser desagradable, estúpido y rechazado, hijo de alguien que le ha sabido transmitir esto genéticamente.

El segundo cuestionamiento ¿no sabe con quién se está metiendo? es un poco complejo. Suena a amenaza de escolta, policía, militar, traqueto, esmeraldero, chulo, actor, presentador o cantante. Cualquiera de estas posibilidades debería generar algo de temor en quién recibe la pregunta pero por lo general terminamos sin saber con quién nos estamos metiendo y alguna niña con senos talla 36 c se termina llevando al personaje aduciendo que los demás no valen la pena.

La tercera pregunta ¿No sabe quién es mi papá? es en teoría más fácil de contestar aunque a veces si se le realizara el cuestionamiento a la madre del sujeto podría resultar algo compleja. Por lo general el papá de este personaje es alguien que ha hecho tanto daño al país, a la ciudad y a la sociedad que uno termina entendiendo el porqué del tono amenazante del malcriado y su afán de reconocimiento.

Estos desagradables personajes que pululan en nuestras ciudades son el producto de lo que nuestra sociedad ofrece a través de sus medios, del dinero fácil y del abuso de poder que profesan nuestros líderes y gobernantes. Nuestros niños encienden un televisor y se encuentran con el fracasado que como jurado de algún programa humilla, ofende y determina la condición de otra persona, aprovechando su buena suerte que le ha servido para triunfar sin ningún tipo de esfuerzo.

Cambia de canal y se encuentra con un cuadro similar, diferentes personajes, mismas humillaciones, menos talento. Ve los noticieros y los únicos valores que recibe son los del dinero fácil, la importancia de ser bello y lo innecesario que es el prepararse.

En fin, no podemos esperar más de las personas que se acostumbraron durante los últimos 9 años a conseguir las cosas pasando por encima de los demás, a ganarse un falso respeto produciendo temor en quienes los rodean. Personas que de la noche a la mañana pasaron de vivir en condiciones casi por debajo de lo básico a vivir con dinero de sobra sin importar su procedencia.

Vivimos en una sociedad donde el que tiene impone y el que no tiene vive en función de alcanzar ese estado. Nuestros valores están trastocados hace tiempo y la amenaza y el bullying son nuestro pan de cada día sin importar edad ni escenario.

No nos queda más remedio que seguir viviendo con estos tres interrogantes que en algún momento tendremos que afrontar y lo mejor será conservar nuestras buenas maneras y hacer caso omiso del personaje, esto con el fin de no arriesgar nuestras vidas sin necesidad.

jueves, 16 de febrero de 2012

Yo no sé cómo me llamo y creo que tengo talento

En un esfuerzo por alienar de forma definitiva a la deprimida teleaudiencia nacional, las dos grandes cadenas de televisión del país decidieron fusionar sus shows enfrentados en horario triple A para crear “Yo no sé cómo me llamo y creo que tengo talento”.

El primer paso fue reunir a los seis jurados y presentarlos ante el público, encabezados por Amparito, alias “Highlander”; Amparito 2, alias “Ilsa, She Wolf”; Manolito, alias “Jigsaw”; Paolita, alias “Californication”; Jairito, alias “John Doe” y Alejandrita, alias “Stand Up tragedy”. A este grupo de jurados los acompañarían dos presentadores: Ernesto “la ladilla” y Linda “leo la palma”.

Decidieron empezar la convocatoria en la capital y permitir que participaran todo tipo de personajes independiente de sus habilidades. Así pues, con seis egos del tamaño del gran cañón como jurados arrancó este megaproyecto con el cual se partiría en dos la historia de la televisión criolla.

El primer concursante apareció en escena, era un ex presidente de nombre Alvarito quien estaba dispuesto a mostrar sus dotes de imitador, miró al jurado y con una seguridad casi democrática dijo “yo me creo Robert Mugabe”, luego, tratando de impresionar, dio rienda suelta a una lista de atrocidades cometidas durante su mandato. El jurado intercambiaba miradas, obviamente ninguno sabía quién era Mugabe por lo que la producción tuvo que imprimir rápidamente una página de Wikipedia y rotarla entre los seis.

Una vez que Amparito (highlander) la leyó, se adelantó a todos y gritó “tú no eres Robert Mugabe, él es negro y no se ha dejado tumbar”. Ante tamaño argumento Alvarito se desmoronó y trató de encontrar consuelo en un paquete de maní con pasas. Ya presto a abandonar el fastuoso escenario del teatro Avirama, fue golpeado por la implacable Alejandrita quien no quería perder protagonismo frente a la diva y soltó uno de sus chascarrillos: “Alvarito, con decirte que hasta yo tengo más talento que tú”.

Esta frase devastadora dejó al ex presidente en shock. En las redes sociales las personas expresaban su rechazo ante tanta crueldad por parte del jurado y en especial por parte de Alejandrita.

Llegó entonces el segundo concursante, un hombre de radio a quien cariñosamente llamaban Jwlito. Él, luciendo un traje Valentino, gafas Moss Lipow y zapatos Testoni, entró con la humildad que lo caracteriza y miró al jurado por encima de su hombro. El resentimiento se notaba en los rostros de las dos Amparitos y de Jairito quién además se sentía discriminado por los demás jurados.

Jwlito, tomó aire y soltó la frase: “Yo me creo Johnny Carson”, nuevamente Wikipedia salvó a los seis jurados de su ya consabida carencia de cultura general y esta vez fue Jairito quien tomó la iniciativa “Jwlito, a mi te me pareces más a Margarito”; Manolito, de inmediato, bastante rígido y casi sin abrir la boca, musitó “creo que yo estuve en el show de Johnny Carson y si te pareces a él”; Paolita, intervino con la dulzura que la caracteriza y le dijo a Manolito “estás confundido, tú estuviste fue en el Mañanero con Brozo y él si se parece a Jwlito”.

Julito se mostraba confundido y necesitaba urgente alguien que le diera un veredicto contundente, su mente ya empezaba a divagar entre el restaurante del Ritz en Londres y el asadero de doña Josefa en el Restrepo. Fue entonces cuando Amparito 2, decidió dar un golpe de opinión y le dijo “para mi si eres ese señor, Johnny Walker o cómo se llame”. Sin mayor conocimiento, los demás jurados no quisieron entrar en discusiones y permitieron que Jwlito pasara a la siguiente ronda.

El show debía continuar y el siguiente concursante fue llamado al escenario, un hombre barbado, dejado, algo nervioso, con los dedos callosos y las uñas sucias como si hubiera estado entre las montañas, se presentó como Luis Carlos… pero esto será parte de un próximo capítulo de “Yo no sé cómo me llamo y creo que tengo talento”.

martes, 7 de febrero de 2012

El rey caído y sus bufones

Érase una vez un monarca de un país cuyos virreinatos habían terminado mucho tiempo atrás. Este noble hombre fue elegido por el pueblo para que llevara las riendas de una Nación sin valores y lejana de confiar en alguien. Hombre de pequeña estatura y contextura delgada, retomó las ideas de la monarquía e impuso su reinado en el país de la alegría, todo mientras consumía maní en grandes cantidades.

Este rey coronado con arepas blancas, bastante insípidas, se rodeó de los bufones más graciosos que encontró, personajes que hasta el momento habían ofrecido sus servicios al mejor postor y tenían entre sus haberes embajadas y cargos en diferentes entidades.

El rey decidió afilar su espada en su taller de herrería en las afueras de Montería, donde además instruyó a sus armeros y guardas de honor para que llevaran su bandera por todo el territorio. En píe de guerra el gran rey comandó a los ejércitos para destruir de una vez por todas a los insurgentes que utilizaban el bosque como guarida.

Los golpes empezaron y cada vez eran mayores las victorias en batalla contra los forajidos que iban viendo como su fuerza mermaba. Mientras esto ocurría, otro grupo de criminales seguía quemando aldeas y villas sin recibir castigo por parte del mismo soberano.

Seguramente por la emoción que causaba cada batalla ganada contra los insurgentes, el gran rey permitía que sus caballeros, doncellas y bufones se extralimitaran en los banquetes de celebración y terminaran llevándose gran parte del tesoro del reino a sus cloacas personales.

Ese monarca, ávido de poder, quiso expandir su imperio y se atrevió a enviar tropas a reinos vecinos en los que sus reyes, quienes además ejercían de bufones a la vez, reaccionaron de manera vehemente y crearon una atmósfera tensa en la que los cañones y las bayonetas estuvieron a punto de ganar el mayor protagonismo.

El gran rey trataba de bajar la temperatura de su acalorada cabeza bañándose en los diferentes ríos del país y realizando concejos comunales en los que ridiculizaba a sus bufones por no cumplir con sus trabajos. El maní iba y venía por montones así como el tesoro de la nación iba pero no volvía entre los bufones del reino.

Los príncipes herederos, dos malcriados con ínfulas de poder en su cabeza, irritantes y con modales bastante limitados, exhibían su prepotencia rodeados del siempre jocoso y vergonzoso jet set nacional. Ellos, conscientes de sus limitaciones y de su naturaleza básica, encontraron en la basura el camino a seguir, su destreza con el manejo de ésta y su facilidad para adquirir terrenos baldíos próximos a convertirse en zonas francas les garantizaban una vida llena de excentricidades.

Mientras tanto, una turba ignorante, despiadada y enemiga de la lectura, veía a su rey como un ser celestial, un enviado directo de Zeus y digno representante del olimpo en la tierra. Esta prole luchaba con todos sus recursos para lograr perpetuar el reinado del soberano paisa. Pese a todos los esfuerzos y después de 8 años, el periodo del monarca llegó a su fin.

Ad portas de entregar su corona, un poco magullada y pelada (oro golfi), el gran rey empezó a ver como se destapaban escándalos y malos manejos que prácticamente amenazaban con enviar a la mayoría de su gabinete a las mazmorras. Una vez hizo entrega de su corona, descubrió una pequeña ave mensajera virtual con la que podía seguir tratando de dividir (divide y reinarás) y mantener a sus fieles súbditos enceguecidos.

Hoy, el gran rey y sus bufones se dedican a despotricar ya sea desde sus sitios de retiro o desde los diferentes calabozos del país. Algunos cazadores de brujas y fieles siervos cegados por la sangre, la venganza y su irracionalidad, añoran que el ex monarca vuelva a tomar posesión de sus tierras y que la fuerza bruta y el fin que justifica los medios sean de nuevo nuestro pan (arepa) de cada día.