Ese remoquete que inmortalizó al joven James Dean, quien
falleció antes de llegar a los 30 años y se convirtió en un ícono de Hollywood
solo comparable con leyendas como Marlon Brando, Steve McQueen, John Wayne o
Clint Eastwood, es hoy emulado de manera erronea por una sociedad en la que
este concepto es sinónimo de fortaleza, actitud e independencia.
Actualmente esta rebeldía es entendida por gran parte de
nuestra sociedad como un estar en contra de, no importa de que, solamente se
tiene que ir en contravía de cualquier cosa. Este amplio grupo de personas que
predomina en las redes sociales, en las marchas y en las diferentes
manifestaciones también se ha tomado algunos de los medios más escuchados (no
necesariamente más importantes) de radio, televisión, revistas, blogs y páginas
web.
Sumado a una sociedad que cada vez lee menos, el hecho de
estar en manos de personajes “rebeldes” nos pone en una situación poco
favorable para alcanzar un estado siquiera rescatable de las cosas. Nuestros niños
y adolescentes crecen viendo y escuchando a personajes sin clase, sin estilo,
sin ideales y que, como el reguetón que suena de fondo mientras balbucean, repiten
mucho y no dicen nada.
Ser vulgar al hablar, al vestir, al escribir, se ha
convertido en una muestra de libertad, una muestra de “liderazgo”, de poder.
Afortunadamente todavía hay quienes expresan su crítica mordaz con sarcasmo e
ironía, fundamentada en la clase, en la experiencia, en la lectura, lo cual
equilibra de alguna manera las cargas.
En gran parte la era de los realities y los programas de “variedades y humorísticos” de las mañanas
tanto en radio como en televisión se han encargado de propagar esta tendencia
del importaculismo, el desprendimiento de todo y de todos, y un egoísmo absoluto
que se debe defender a como dé lugar (además de un feminismo mal entendido que
simplemente parece ser una imitación burda del tradicional machismo pero de eso
escribiré luego).
Mientras el empleo informal crece, los salarios no son
acordes a la calidad de los profesionales, las ciudades se deterioran, la
violencia se acentúa, la corrupción es más visible y el conflicto armado
continúa, estos invasores con tribuna propia hacen de las suyas con comentarios
incendiarios (por lo ridículo de los mismos), imponiendo modas absurdas y
generando una atmósfera de anarquía mal entendida pero demagógica que cala
entre los jóvenes vulnerables e ignorantes de esta generación.
Suena increíble hablar de ignorancia entre los jóvenes de hoy
con todos los recursos existentes para mantenerse informados, conectados,
siempre actualizados pero esa es la realidad, en 140 caracteres no está la
sabiduría que solo los libros otorgan, el conocimiento de la historia no se da
viendo las sagas del Señor de los Anillos, Harry Potter o Twilight.
Tampoco se gana mucho viendo los realities de cada noche en
los canales privados, programas cuyo contenido raya en el morbo absoluto y en los
que nuestra sociedad parece ver reflejada e identificada, la deslealtad, la
grosería, el egoísmo, las falsas amistades, las actitudes maquiavélicas, las
diferencias de estratos, el pasar por encima de los demás y, sumado a esto, el
regionalismo que promueven y que tanto daño nos ha causado.
Otra muestra de la rebeldía mal entendida la exponen algunos
colegas en sus programas radiales, con expresiones de mal gusto como respuesta
ante cualquier crítica o concepto contrario al de ellos, es común escuchar “si no le gusta cambie de emisora, escuche
otro programa, no me importa si les gusta o no, tengo muchos años como para que
me vengan a enseñar, a papá no le vengan con cuentos”.
Dónde queda el respeto por los oyentes, por los televidentes,
por los lectores, por aquellos que se toman la molestia de cuestionar a esa
persona que, se supone, es un líder de opinión.
También se quiere mostrar esa rebeldía incontrolable a la hora de entrevistar
a alguien, sobre todo si ese alguien está en el ojo del huracán, entonces hay
que juzgarlo y condenarlo al aire para saciar la sed de sangre propia y de los
oyentes.
Las barras de los equipos de fútbol mal llamadas “bravas” son
otro ejemplo incomprensible de esa rebeldía sin causa, de hecho son un
despropósito para una sociedad que ya bastantes problemas tiene como para
soportar a miles de vándalos camuflados con trapos de colores que ni disfrutan
el deporte como tal ni saben por qué pelean, solo necesitan estar en un bando para
cometer fechorías y ya.
Tiempos aquellos en que la rebeldía se expresaba con arte,
con música, con sátira, con programas como la Tele, el Siguiente Programa
y Zoociedad, seguramente porque no
existían los realities, el reguetón no asomaba, se leía un poco más y los
canales privados apenas comenzaban razón por la cual producían menos basura.
Estoy a favor de ser rebelde cuando la situación lo amerita,
ser rebelde frente a posiciones autoritarias de los gobiernos, de las entidades.
Ser rebelde frente a la injusticia, frente a los violentos, frente a los
opresores. Ser rebelde con causa.
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