Como un hincha más del Independiente Santafé, no puedo dejar
pasar esta oportunidad histórica de expresar la inmensa alegría que siento pero
sobretodo la satisfacción de alcanzar un sueño que debo confesar, por momentos,
alcance a ver cada día más lejano.
El león, el rojo, el expreso, ese equipo del pueblo que lleva
los colores rojo y blanco proveniente de sus raíces liberales, es hoy el
campeón del fútbol colombiano con todos los honores. Han pasado 37 años, mi
edad, por lo cual debo decir que es mi primer título como hincha y claro que me
lo he gozado.
Santafé es una tradición en mi familia paterna, nunca tuve la
opción de escoger otro equipo y le doy gracias a Dios por ello.
Le doy gracias a mi abuelo paterno y a mi padre quienes de la
mano me llevaron a ver al Santafé de Gotardi, Odine, Carpene y Umaña; también
al del mono Navarro Montoya, al del Rambo Sosa, el palmero Morales, al de
Avalos, al de Mondragón, al de Tilger, Hernández, a uno que debió ser campeón
con Freddy Rincón, su hermano Manuel, Checho Angulo, Wilmer Cabrera, Eduardo
Niño, Balbis, el tren Valencia.
Fueron muchas tardes de alegrías pero también de finales de
año llenos de frustración y tristeza por ver al rival de patio levantando la
copa o a los equipos de Cali o de Medellín mientras el león volvía a su jaula
derrotado.
En el colegio y en la universidad viví de lleno la rivalidad
con los azules, tengo los mejores amigos en el bando rival, fueron horas de
largas discusiones en los que siempre me refregaban las estrellas, los títulos
y como buen santafereño no me quedaba más que sacar la garra y defender ese
amor tormentoso a capa y espada.
El tiempo pasaba y los ídolos se desvanecían, ya no había un
Coloccini, un Gotardi, un Rincón, jugadores de todas partes iban y venían con
más pena que gloria. Lo único para rescatar fue la final de la Copa Conmebol
bajo la dirección de Pablo Centrone y con un equipo sin estrellas en el que
Pacho Wittighan destacaba y del cual el actual técnico cardenal Wilson
Gutierrez era su capitán.
Si señores, la resistencia como hincha era puesta a prueba
cada tres o cuatro días, las burlas por los troncos que jugaban en Santafé eran
frecuentes, recuerdo a Leonel Lieberman, Francisco Penayo, Naif, Flavie, Farley
Hoyos, en fin, toda una galería de paquetes chilenos que venían, cobraban y nos
dejaban peor que antes.
Hoy tenemos un equipo distante de las grandes contrataciones,
una escuadra con muchos jugadores hechos en casa y tres veteranos que guían al
resto, Gerardo Bedoya, Germán Centurión y el gran capitán Omar Sebastián Pérez.
Bedoya le calló la boca a muchos de sus detractores quienes
lo veían como un ex jugador, en el rojo sacó lo mejor de su fútbol y con
liderazgo y profesionalismo se convirtió en el socio de todos en la mitad.
Centurión es un jugador que nunca me ha logrado llenar pero hay que aceptar que
pese a sus limitaciones logró contagiar a los jóvenes centrales que lo
acompañaron para conformar la mejor defensa del campeonato.
Capítulo aparte merece Omar Pérez, que jugador es el pelado,
un profesional sin tacha, un hombre de bajo perfil que asumió la tarea de sacar
a Santafé campeón como si de su equipo de infancia se tratara. Pérez es ya un
ídolo de los cardenales, sólo comparable con Alfonso Cañón, Carlos Alberto
Pandolfi y Alberto Perazzo y Osvaldo Panzutto.
¿Hace cuánto no disfrutábamos los hinchas rojos de un jugador
de la clase de Omar? Que juega con una rodilla mala, que es lento, que en otra
liga no podría jugar, todo tipo de comentarios han sido vertidos por los
detractores de siempre del fútbol bogotano, los ciegos como el Profe Vélez han
querido denigrar de su enorme calidad y hoy tienen que morderse los labios ante
la demostración del 10, uno de los pocos que quedan.
Los muchachos que apenas empiezan y ya nos descrestaron con
su categoría, Julián Quiñonez, Francisco Mesa, Juan Daniel Roa, Hugo Acosta,
Daniel Torres y el gran Camilo Vargas, un arquero para proceso en selección
Colombia.
Copete llegó junto a Vélez (no el Profe, afortunadamente) de
Venezuela y la verdad eran un tiro al aire. Hoy Copete es revelación del fútbol
colombiano, está en micro procesos de selección de mayores y nos dio el gol más
importante en la historia reciente de nuestro club. A Copete lo llevaremos por
siempre en nuestra memoria.
A Gutierrez, de quien también debo confesar me generó
desconfianza al comienzo, hoy le agradezco por creer, por aguantar estoicamente
los comentarios mal intencionados de muchos, le agradezco por ser hincha y amar
estos colores, por ser respetuoso siempre de sus rivales y respetuoso con los
hinchas propios y ajenos.
A Pastrana, con todo y las diferencias que tengo frente a su
gestión, le agradezco por no desistir, por ser terco al jugarse la suya y hoy
podernos cobrar.
A la hinchada roja, le pido moderación, celebremos, gocemos,
guardemos estos bellos momentos en nuestro corazón y vamos con humildad por
nuevos objetivos. Tenemos una hinchada que puede ser superada en número por
otros equipos pero que no debe ser superada en pasión ni en el respeto por los
demás.
El fútbol es una fiesta y como tal hay que vivirla, siempre
estaré en la otra orilla de aquellos que lo quieren convertir en una guerra sin
razón.
Gracias Santafé, gracias por este momento y vamos por más.
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