miércoles, 11 de julio de 2012

Mercenarios & CO.

Hasta hace unos años escuchar el término mercenario nos llevaba de inmediato al imaginario de un ex combatiente que aprovechaba sus habilidades de guerra para luchar por el mejor postor, es decir el que más dinero le pagara sin importar la causa o el motivo del conflicto.

Fueron muchas las películas y series que popularizaron este término: Rambo, Fuerza Delta, Comando, Depredador, etc. 

Con el paso de los años, el término se trasladó a  otros ámbitos como el deportivo, muchos futbolistas empezaron a ser estigmatizados con este remoquete, así como técnicos que pasaban de un equipo a otro sin ningún resquemor ni el mínimo arrepentimiento de irse a donde la oferta económica fuera mayor.

La palabra tomó fuerza y se volvió común verla en pancartas que los hinchas llevaban a los estadios como protesta contra los que ellos consideraban traidores, mercenarios (El gran Bora Milutinovic, Pacho Maturana, Figo, entre otros).

Así como en el fútbol, era lógico pensar que esto se replicaría en otras actividades cotidianas y es así como hoy vemos mercenarios en casi todas las profesiones reconocidas. 

Quiero detenerme en algunas de ellas que particularmente cuentan con más especímenes de esta clase mercenaria y que a diario dan muestra de sus habilidades. Los abogados, muchos de estos personajes, no todos, se pavonean por los diferentes medios de comunicación como orgullosos defensores de reconocidos asesinos, narcotraficantes, violadores, políticos corruptos, prófugos de la justicia y cualquier tipo de escoria que tenga la forma de cubrir sus honorarios.

Sin el menor escrúpulo y dotados de un histrionismo propio de las vedettes peruanas, los tenemos que sufrir a diario dando declaraciones egocéntricas en las que nos dejan en claro que no importa el crimen o las consecuencias del mismo, importa su enorme capacidad para timar y ganar juicios a como dé lugar.

Parecen aves de carroña esperando el deceso de su presa para llegar a alimentarse, a los pocos minutos de desatarse un escándalo ya suenan sus nombres como defensores de los personajes más odiados, salvajes y criminales.

Por dinero son capaces de hacer ver inocente a Hitler y culpable e inhumano a Gandhi. Justifican cualquier atrocidad, escudándose en su capacidad para salir airosos de los juzgados y cortes en las que se presentan.

Al que no lo pueden librar del todo, le aseguran la casa por cárcel, van en contravía de toda una sociedad que tiene que ver cómo pese a cualquier evidencia los culpables siguen su camino tranquilos y con el mayor descaro posible (inclusive llegando a demandar al Estado y pasando de perpetradores a víctimas).

A estos manipuladores de las leyes, los siguen de cerca los contadores y expertos financieros que lavan activos, dinero, construyen fachadas y legalizan cualquier negocio turbio o ilícito sin ningún remordimiento.
Ya desde la época de Capone, el contador era el personaje principal al que le apuntaban las autoridades para lograr la caída de la cabeza criminal.

En la política sobran los mercenarios, van de un partido al otro de acuerdo a lo que más les convenga, un día apoyan a su líder y al siguiente le hacen la guerra. Donde fluya el dinero son los primeros en llegar. Las comisiones y prebendas son su religión y por ellas venden su alma a cualquiera.

No me voy a extender con los políticos porque siempre les he dedicado algo en mis columnas pero en esta no puedo ni quiero dejar por fuera a nuestra farándula.  Artistas y modelos se pelean el título de mercenario cuando de dinero se trata.

Son varias las que le han vendido el alma al diablo por conseguir fama y dinero al lado de un narco, desde una mujer que fuera símbolo de la clase y la feminidad como Virginia Vallejo, hasta el más reciente caso de la modelo paisa Diana Lucia Salazar.

Es difícil creer que una mujer hermosa e inteligente encuentre atractivo a un personaje como la mayoría de traquetos y narcos que pululan en el país, por eso vamos a decir que simplemente son viejas buenas. 

También cuesta pensar que uno de estos trogloditas, con todo el dinero del mundo pero sin gusto ni clase para invertirlo, considere que atrae a estas modelos o artistas criollas por su físico y carisma.

Al final al traqueto lo que le importa es exhibir sus pertenencias, el auto deportivo, la cadena de oro gruesa, el reloj de oro y la modelo que acaba de adquirir. A la modelo lo que le importa es alcanzar su sueño ya sea como presentadora, reina o empresaria con el menor esfuerzo (si es que no es un gran esfuerzo estar al lado de un salvaje), tener dinero, viajar y acumular cosas materiales.

Definitivamente les cabe el nombre de mercenarias (les caben otros apelativos también), se venden al mejor postor y pretenden ser aceptadas por la sociedad como si ser la mujer de un narco fuera algo normal.

Ya me extendí mucho pero dejé para el cierre a nuestros artistas musicales, esos que tocan donde les paguen, no importa si en medio de la presentación hay balacera entre la policía y sus clientes. Ellos, entregados al vallenato o al reguetón y con gustos bastante similares a los de cualquier traqueto, venden su espectáculo a quién sea sin importar si es un prófugo, un narco, un asesino o un terrorista.

Por la plata baila el mono dice el refrán y en Colombia sí que se cumple a cabalidad, los Dangond, Centenos y muchos de su especie no tienen problema en animar matrimonios, primeras comuniones o cumpleaños de personajes que quitan vidas por deporte y cometen todo tipo de atrocidades para alcanzar las fortunas que tienen. 

No me vengan con cuentos ahora que recibir dinero manchado de sangre está bien y que ellos solo cumplen con su trabajo. ¿A alguien le cabe duda de qué tan mercenarios son?

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