En la historia del fútbol son muchas las historias que ligan
a sus protagonistas con el alcohol y la noche, sin importar su nacionalidad,
origen o condición social, miles de nombres han forjado una leyenda etílica y
bohemia que en varios casos sobrepasó sus actuaciones dentro del rectángulo de
juego.
Una de las leyendas más grandes de la historia del fútbol es
sin duda la del inigualable Heleno de Freitas, ese exquisito jugador brasileño quien
en los años 40 marcó un hito como artillero del Botafogo y quien vistió las
camisetas de Boca Juniors en Argentina y Atlético Junior en Colombia.
Heleno, tuvo una vida de artista en la que las mujeres, el
alcohol y el éter siempre lo acompañaron. Una sífilis acabo con su vida de
forma triste y penosa. El periodista Andrés Salcedo escribió “El día en el que
el fútbol murió”, un libro maravilloso sobre el celebre goleador en el que
detalla su estilo de vida tan peculiar.
Así como de Freitas y Garrincha, reconocidas estrellas del
fútbol mundial y otros no tan grandes han llevado sus vidas de una forma
desenfrenada, la gran mayoría con finales trágicos, con historias casi propias
del realismo mágico que han ido de boca en boca, de escrito en escrito, de
generación en generación.
En Colombia hemos tenido diferentes exponentes de la bohemia
y el desorden, comenzando por aquellos peruanos (Valeriano López, Miguel Loayza)
del histórico deportivo Cali, de los cuales cuenta la leyenda, tenían que
sacarlos del burdel para que jugaran los partidos y aún con la resaca y el
ajetreo de la noche anterior, deleitaban a la tribuna con su fantasía y sus
goles.
Cada década se caracterizó por tener nacionales y extranjeros
amantes de la noche, de las mujeres y con el paso de los años hasta de las
drogas de moda. De la misma manera, el fútbol internacional tenía grandes
exponentes cuyas adicciones eran del conocimiento de todos.
Quién, por ejemplo, no ha escuchado hablar del gran goleador irlandés
George Best, ídolo del Manchester United cuyo alcoholismo es legendario y
terminó por costarle la vida luego de haberse sometido a un trasplante de
hígado. Best dijo alguna vez que en 1969 había dejado el alcohol y las mujeres
y que habían sido los peores 20 minutos de su vida.
Ya en épocas más recientes, Rene Houseman, campeón con Argentina
en 1978 fue otro que idolatró a la botella y a las mujeres. Lo emularía unos
años después el gran Diego Armando Maradona, un hombre lleno de adicciones de
quien cuentan las anécdotas tenía miles de películas porno en su mansión de
Barcelona. Sócrates, el médico y futbolista brasileño, insignia del Corinthians
fue otro de los que se inclinó ante el licor y terminó sus días luchando contra
una cirrosis.
Vinieron después casos famosos como los de Paul Gascoine, el
gran Romario de Souza, que llevaba prostitutas al camerino de la selección y
era trasladado en helicóptero desde los burdeles para jugar con el Barcelona.
Ronaldo, Ronaldinho, Asprilla, grandes nombres ligados irremediablemente con la
rumba desenfrenada.
La selección chilena no se ha quedado atrás y sus figuras
rutilantes como Valdivia, Medel y Beausejour se han visto envueltos en escándalos de
mujeres y alcohol, casi idénticos a los de los seleccionados peruanos
encabezados por Pizarro, Farfán y Mendoza y Acasiete.
Como vemos, nuestros países lideran esa tabla del desorden y
Colombia no podía ser la excepción. Sin duda que Faustino Asprilla merece un
capítulo aparte en nuestra historia etílica-futbolística, el Tino, sacudió las
ciudades por las que pasó, dejando su estela de mujeriego, rumbero y
escandaloso. Si bien. Sus goles y jugadas hacían de esto algo anecdótico,
Faustino fue un jugador difícil desde sus inicios hasta su retiro.
Con menos suceso en las canchas pero siendo un artista de la
botella y el escándalo, Jairo “El Tigre” Castillo es otro ejemplo de la
indisciplina y la anarquía. El tigre, a diferencia del otro tigre colombiano
que es Radamel Falcao, ha dado sus zarpazos más terribles frente al volante en
alto estado de embriaguez.
Más joven pero con una capacidad asombrosa para ascender
entre los ídolos de las licoreras y de las discotecas de turno, Dayro Moreno se
ha hecho a un lugar en esta larga y no tan selecta lista. Moreno, ha llegado al
extremo de mostrar su devoción por la bebida abrazando los dummies de la
licorera de Caldas como festejo de sus anotaciones.
Caso más triste y dramático es el de Wilder Medina, ese
delantero antioqueño de gran calidad pero cuyo pasado lo persigue y parece
condenarlo a repetir sus errores, un tema complejo que lo liga a la marihuana y
al parecer a sustancias más fuertes como la cocaína recientemente.
Podría seguir llenando páginas con los cientos de nombres de
jugadores colombianos que han combinado su profesión de futbolistas con su
vocación por la noche y sus placeres pero ameritaría editar una enciclopedia.
Recuerdo cuando yo jugaba fútbol en la universidad, no había
nada más motivante que el tercer tiempo, los partidos terminaban y ganáramos,
empatáramos o perdiéramos, siempre había algo que celebrar.
Será nuestra idiosincrasia, será nuestra sangre, no lo sé,
pero sin duda el alcohol, las mujeres y el fútbol siempre han sido una sociedad
indisoluble, una mezcla casi que obligada.
Seguramente, será difícil encontrar a un personaje tan
trágico y conflictivo como Heleno de Freitas, el personaje por el que comencé
esta columna, pero sin duda su legado se verá siempre reflejado en algunos
futbolistas que de una u otra manera tienen algunas de sus características.
Hasta pronto.
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