Por estos días en los que el
tema de moda es el comienzo de un nuevo proceso de paz con los grupos
guerrilleros, son muchas las posiciones encontradas, las reacciones eufóricas
en pro y en contra, y los pronunciamientos que han generado todo un debate en
torno a algo que, aunque ilusiona, seguramente no resolverá los problemas más
grandes de nuestra nación.
Nada me gustaría más que
poder ser testigo de la firma de un verdadero acuerdo en el que la
desmovilización de las FARC y el ELN, sea una realidad y el país se libre de
uno de los problemas que durante tantos años lo ha azotado.
Aunque gran parte de los
ciudadanos ha recibido con positivismo y esperanza la noticia del inicio del
proceso, algunos sectores encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe, han
puesto un manto de pesimismo y prevención contra cualquier negociación que
involucre a los “terroristas” de las FARC.
El señor Uribe combatió sin
descanso a las guerrillas colombianas y logró dar golpes contundentes que nadie
puede negar ni mucho menos demeritar, con todo y que se este o no de acuerdo
con los procedimientos del ex mandatario.
Sin embargo, esa vehemencia
de Uribe se vio únicamente enfocada en esa guerra sin cuartel contra las FARC y
el ELN pero nunca reflejada en la lucha contra la corrupción ni contra los
paramilitares, otro grupo armado al margen de la ley (o amparado por la misma),
que cada día crece y se fortalece.
Por esto, cuando se anuncia
el comienzo de un nuevo proceso y se extiende una invitación a creer y a apoyar
por parte del Presidente Santos, resulta contraproducente encontrar un rechazo
tan radical por parte de la derecha extrema y la agudización de un nuevo
conflicto que desde el escenario político lleva a la polarización de la
ciudadanía, algo que para nada es positivo como algunos lo quieren hacer ver.
Si bien, la crítica y la
veeduría son bienvenidas, me parece que estamos cayendo en el mismo fenómeno
que se vive con el Alcalde Petro, eres amigo o enemigo y punto. Aquí o se es
amigo del proceso de paz o se es enemigo del mismo.
Con todo y los debates,
cortinas de humo, obstáculos, desprestigio y guerra sucia que se den durante la
negociación, es mejor hablar de paz y de la posibilidad de poner fin a esa
parte del conflicto, que alegrarnos por cada bombardeo, fuego cruzado o invasión
de territorios vecinos.
Como a todos, a mí también
me dolió la burla de las FARC durante el gobierno de Pastrana, también me
indigno la forma en que se entregó una porción del país sin mediar una
estrategia de prevención de estos hechos pero creo que son lecciones aprendidas
y quiero ser optimista pensando que las cosas se van a hacer dentro de un marco
de medidas transparentes y justas.
Ser incendiario y hacer
predicciones sobre la guerrilla o sus miembros gobernando al país es algo que
no aporta para nada, seguramente va a pasar y así como fundadores y
patrocinadores de las autodefensas han llegado a gobernar el país, corremos el
riesgo de ver a algún ex guerrillero como mandatario en un futuro cercano.
Ante este tipo de
situaciones, lo único que resta es apelar a la tolerancia y a la aceptación de
lo que conlleva terminar un conflicto de las magnitudes del colombiano. No
podemos pretender otros 8 años de Uribe en el poder para ver si extermina hasta
el último descendiente de la guerrilla, seamos realistas, la violencia conlleva
a más violencia y poder viajar al Peñón con tranquilidad no es una muestra de un
país controlado por las fuerzas militares.
Yo me la juego por este
proceso de paz y corro el riesgo de apoyarlo, eso sí mantendré un ojo abierto
las 24 horas para ofrecer una crítica constructiva a los pasos que se vayan
dando.
Espero que el conflicto con
la guerrilla finalice y podamos enfocarnos en la terminación del
paramilitarismo, otra flagelo que por conveniencia se mira con menos intensidad
por parte de la opinión pública y la extrema derecha pero que registra un
conteo de víctimas tan o más grande que el producido por las guerrillas.
El otro flagelo, tal vez el
más grande, la corrupción, es algo que todos debemos combatir y que seguramente
nos tomará más tiempo erradicar, porque la mentalidad traqueta y de dinero
fácil que reina en el país se debe comenzar a erradicar desde la raíz, desde la
crianza y la educación.
A quienes no estén de
acuerdo con lo que escribo, les envío el más cordial de los saludos,
invitándolos a debatir con altura, con argumentos y sin apelar al matoneo ni a
la violencia.
A ellos y a los demás, los
invito a dar aportes y soluciones para construir, para salir adelante, para
tomar posiciones dentro del respeto y apuntando a lo mejor para todos, no lo
mejor para algunos.
Hasta la próxima.
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