lunes, 3 de septiembre de 2012

Pazionales


Por estos días en los que el tema de moda es el comienzo de un nuevo proceso de paz con los grupos guerrilleros, son muchas las posiciones encontradas, las reacciones eufóricas en pro y en contra, y los pronunciamientos que han generado todo un debate en torno a algo que, aunque ilusiona, seguramente no resolverá los problemas más grandes de nuestra nación.

Nada me gustaría más que poder ser testigo de la firma de un verdadero acuerdo en el que la desmovilización de las FARC y el ELN, sea una realidad y el país se libre de uno de los problemas que durante tantos años lo ha azotado.

Aunque gran parte de los ciudadanos ha recibido con positivismo y esperanza la noticia del inicio del proceso, algunos sectores encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe, han puesto un manto de pesimismo y prevención contra cualquier negociación que involucre a los “terroristas” de las FARC.

El señor Uribe combatió sin descanso a las guerrillas colombianas y logró dar golpes contundentes que nadie puede negar ni mucho menos demeritar, con todo y que se este o no de acuerdo con los procedimientos del ex mandatario. 

Sin embargo, esa vehemencia de Uribe se vio únicamente enfocada en esa guerra sin cuartel contra las FARC y el ELN pero nunca reflejada en la lucha contra la corrupción ni contra los paramilitares, otro grupo armado al margen de la ley (o amparado por la misma), que cada día crece y se fortalece.

Por esto, cuando se anuncia el comienzo de un nuevo proceso y se extiende una invitación a creer y a apoyar por parte del Presidente Santos, resulta contraproducente encontrar un rechazo tan radical por parte de la derecha extrema y la agudización de un nuevo conflicto que desde el escenario político lleva a la polarización de la ciudadanía, algo que para nada es positivo como algunos lo quieren hacer ver.

Si bien, la crítica y la veeduría son bienvenidas, me parece que estamos cayendo en el mismo fenómeno que se vive con el Alcalde Petro, eres amigo o enemigo y punto. Aquí o se es amigo del proceso de paz o se es enemigo del mismo.

Con todo y los debates, cortinas de humo, obstáculos, desprestigio y guerra sucia que se den durante la negociación, es mejor hablar de paz y de la posibilidad de poner fin a esa parte del conflicto, que alegrarnos por cada bombardeo, fuego cruzado o invasión de territorios vecinos.

Como a todos, a mí también me dolió la burla de las FARC durante el gobierno de Pastrana, también me indigno la forma en que se entregó una porción del país sin mediar una estrategia de prevención de estos hechos pero creo que son lecciones aprendidas y quiero ser optimista pensando que las cosas se van a hacer dentro de un marco de medidas transparentes y justas.

Ser incendiario y hacer predicciones sobre la guerrilla o sus miembros gobernando al país es algo que no aporta para nada, seguramente va a pasar y así como fundadores y patrocinadores de las autodefensas han llegado a gobernar el país, corremos el riesgo de ver a algún ex guerrillero como mandatario en un futuro cercano.

Ante este tipo de situaciones, lo único que resta es apelar a la tolerancia y a la aceptación de lo que conlleva terminar un conflicto de las magnitudes del colombiano. No podemos pretender otros 8 años de Uribe en el poder para ver si extermina hasta el último descendiente de la guerrilla, seamos realistas, la violencia conlleva a más violencia y poder viajar al Peñón con tranquilidad no es una muestra de un país controlado por las fuerzas militares.

Yo me la juego por este proceso de paz y corro el riesgo de apoyarlo, eso sí mantendré un ojo abierto las 24 horas para ofrecer una crítica constructiva a los pasos que se vayan dando.

Espero que el conflicto con la guerrilla finalice y podamos enfocarnos en la terminación del paramilitarismo, otra flagelo que por conveniencia se mira con menos intensidad por parte de la opinión pública y la extrema derecha pero que registra un conteo de víctimas tan o más grande que el producido por las guerrillas.

El otro flagelo, tal vez el más grande, la corrupción, es algo que todos debemos combatir y que seguramente nos tomará más tiempo erradicar, porque la mentalidad traqueta y de dinero fácil que reina en el país se debe comenzar a erradicar desde la raíz, desde la crianza y la educación.

A quienes no estén de acuerdo con lo que escribo, les envío el más cordial de los saludos, invitándolos a debatir con altura, con argumentos y sin apelar al matoneo ni a la violencia.

A ellos y a los demás, los invito a dar aportes y soluciones para construir, para salir adelante, para tomar posiciones dentro del respeto y apuntando a lo mejor para todos, no lo mejor para algunos.

Hasta la próxima.  

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