martes, 22 de mayo de 2012

Atrocidades


Estas acciones que encierran una gran crueldad o se refieren a un disparate al momento hablar o comunicar algo, hacen parte de nuestra realidad cotidiana en un país que desafortunadamente parece haberse acostumbrado a “convivir” (Cooperativas de vigilancia y seguridad para la defensa agraria) con el dolor.

Es difícil saber por dónde comenzar, no se trata de clasificarlas por orden de importancia ya que todas son acciones nefastas que de una u otra manera atentan contra la sociedad civil, generando incertidumbre, luto, pena e indignación.

Me voy a referir en primer lugar al atentado contra Fernando Londoño que cobró la vida de dos de sus escoltas y dejó a más de treinta personas heridas sin contar los cientos de afectados en la parte emocional y material. Al mejor estilo del terrorismo del medio oriente, los sicarios pegaron una bomba al vehículo del ex ministro a plena luz del día y sin importar cuantos inocentes había alrededor, generando una escena dantesca que revivió la época del capo Pablo Escobar.

Por supuesto las imágenes de este acto infame no tardaron en dar la vuelta al mundo reforzadas por (aquí viene la segunda atrocidad) los incendiarios comentarios del ex presidente Alvaro Uribe para quien este atentado parece haber sido la cereza que necesitaba el postre en su campaña permanente por retomar el poder en Colombia.

¿Qué favor le hace Uribe al país con sus comentarios y sus comparaciones? Una Nación sumida en el dolor, lamentando la pérdida de vidas humanas mientras el caudillo antioqueño arremete con resentimiento e ira, mostrando al mundo su enfermedad de poder, su mezquindad, su capacidad de generar división y confusión.

No defiendo al gobierno de Santos, como cualquier connacional quisiera que las cosas fueran diferentes, que los cambios se dieran con mayor prontitud, que la guerra cesara de una vez por todas, que la desigualdad se combatiera, sin embargo, siento que golpes como estos deben generar un espíritu de unidad, de fortaleza y de acabar con nuestra indiferencia.

El atentado contra Londoño, fue un crimen contra todos nosotros, se desconocen aún los motivos y los autores pero independiente de esto o del pasado del ex ministro, fue un llamado de atención para estar alertas y protegernos los unos a los otros.

Lo de Uribe es un caso perdido, su espíritu belicoso, sus ínfulas napoleónicas, sus poses de emperador frustrado cazando peleas con Chávez, con Santos, hasta con su propia sombra, lo plasman como un hombre enfermo que se siente el único ser capaz de lidiar con el país, el ungido que con 8 añitos más al frente podría terminar con la guerrilla mientras el paramilitarismo se multiplica y se fortalece.

Como si lo de la bomba y la explosiva boca de Uribe fuera poco, la fiscalía emitió una orden de captura contra Sigifredo López aduciendo que tienen más de 20 pruebas que lo implican con la participación en el secuestro de sus colegas diputados del Valle, acto que terminó con el asesinato de todos menos él. 

Ni Thomas Harris cuando escribió el Silencio de los Inocentes se habría podido imaginar algo tan macabro como el acto del que se acusa a López. Fingir su secuestro, mantener al país en vilo por más de seis años, ver como sus colegas, amigos, compañeros eran ultimados cobardemente y salir frente a las cámaras abrazando a su familia con la alegría de quien recobra su libertad, su vida.

Realmente suena inverosímil, en mi caso quisiera que no fuera cierto, que se probara su inocencia y que todo esto pasara a ser un error, una equivocación, porque de no ser así, estamos frente a una de las mentes criminales más frías y calculadoras en la historia del país.

Pasando al tema de la atrocidad en su definición como disparate (algo que por supuesto le cabe a todo lo que Uribe dice en sus declaraciones) vamos a algo menos doloroso en cuanto a lo luctuoso pero que igual genera rabia e impotencia. Uno de nuestros honorables padres de la Patria, el senador Eduardo Merlano decidió agregar algunos privilegios más a su digno cargo.

Merlano frente a una cámara de vídeo y con la gracia y el desparpajo de los hombres de su región dio un rápido repaso mental a la constitución colombiana (se nota que es un estudioso de la misma) para determinar que los senadores de la república están eximidos de las pruebas de alcoholemia así como también del uso de la licencia de conducción.

Eduardo (cariñosamente lo voy a llamar por su nombre) además recordó, en una versión algo aumentada de la realidad, los 50 mil votos que lo llevaron a su muy merecido cargo (en realidad fueron 37 mil) y los privilegios que este número de sufragios le otorgaban frente a la fuerza pública.

Luego de la respectiva llamada a alguien de mayor rango en la Policía, el gran Merlano se fue tranquilo a pasar la resaca inocente del revuelo que el vídeo iba a generar en una Nación cansada de los ladrones de cuello blanco, los dirigentes cínicos que se burlan de todos y la corrupción imparable que tiene al país al borde del colapso.

Recordemos que otros grandes constitucionalistas ya habían dado los primeros pasos a lo que Eduardo simplemente reforzó. Hace un tiempo el concejal de Bogotá Álvaro Caicedo, fue suspendido por la Procuraduría por conducir en un vehículo oficial por un carril de TransMilenio

Podría seguir con la lista, pero creo que ya les he robado algo de su tiempo para leer esto y la verdad no quiero cometer una atrocidad ni parecer un personaje de cuello blanco. Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. A veces me pregunto..... Será que esto solo pasa en Colombia?????? O es que ya estamos acostumbrados a todos estos atropellos
    Amanecerá y veremos.... O mejor amanecerá y seguiremos en las mismas
    :(

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    1. seguramente pasa en muchas partes pero nos duele lo que nos toca directamente

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