Hoy todos hablamos del gran Radamel Falcao García. Es difícil
encontrar un colombiano que no se emocione con las gestas del tigre de Santa
Marta. Los niños por fin tienen un ídolo nacional y los grandes una ilusión
para creer que volver a un mundial es posible.
Eso y mucho más ha logrado un jugador de 26 años que pese a
estar entre los más grandes del mundo no ha permitido que la fama lo desvíe ni
ha cambiado su forma de ser, pensar o sentir.
Suena increíble que pueda ser colombiano, normalmente
nuestras figuras en cualquier ámbito son protagonistas de escándalos, poco
profesionales, perezosos, rebeldes. El dinero en grandes cantidades los lleva a
desbocar sus resentimientos, deseos reprimidos, fetiches y a vivir en una
opulencia digna de cualquier traqueto.
En el fútbol son legendarios los casos de nuestros
compatriotas haciendo de las suyas en clubes de diferentes partes del mundo. Asprilla,
un jugador sin igual, con las condiciones para haber sido el mejor del mundo,
no podía evitar los excesos que lo llevaron a ser figura dentro y fuera de la
cancha (prostitutas, trago, armas).
Otros menos escandalosos pero problemáticos a la hora de relacionarse
con los compañeros y con notables problemas de adaptación fueron, Freddy
Rincón, Rene Higuita, Leider Preciado, Victor Bonilla, Iván Valenciano por
nombrar solo algunos.
El caso más reciente, totalmente contrario a la realidad de
Falcao es el de Teófilo Gutierrez, un jugador con condiciones extraordinarias
pero con el resentimiento a flor de piel.
Teo hizo un papelón en Turquía donde abandono su club para
irse de carnaval a Barranquilla. Luego con la suerte de pocos recaló en el
Racing de Avellaneda donde su comportamiento fue el de un completo patán.
Seguramente Gutierrez llegará nuevamente a Colombia donde con el menor esfuerzo
volverá a ser figura.
Otro caso es el de Dayro Moreno, un buen jugador echado a
perder por la rumba y el trago. Moreno ha deambulado por ligas como la rumana y
la mexicana sin pena ni gloria. Eso sí, sus rumbas son legendarias y su amor
por el trago es tal que los dummies de aguardiente Cristal han recibido todo su
afecto a la hora de marcar un gol.
Falcao se constituye en un deportista alejado de los males que
aquejan a nuestras figuras. El tigre es un tipo amable, decente, sencillo,
familiar, sonriente, cálido. Sus compañeros de equipo lo admiran y resaltan su
personalidad. Nunca ha tenido un mal momento con la prensa y pese al trato
recibido por algunos técnicos como Leonel, nunca tuvo una mala palabra o un
acto desleal o revanchista.
A diferencia de la mayoría no es compinche de los periodistas
deportivos, a todos les da el mismo trato. La prensa española y europea lo ve
como un caballero. Falcao es todo aquello que un deportista de elite debería
ser y representar.
Ojalá que su ejemplo (como el de Córdoba, Yepes, Perea) tenga
eco en los jóvenes que se forman para llegar al fútbol profesional. Ojalá que
los demás jugadores en Colombia se den cuenta de lo que implica ser un
profesional, respetar las decisiones de sus técnicos, de sus clubes, respetar a
sus hinchas.
Este es el momento perfecto para aclararle a Dorlan, a
Mosquera, a Manga, a Bacca, a Marco Pérez, a Castillo, a Cardona que no han
ganado nada aún, que tienen todo por hacer y que deben mantener los pies en la
tierra si quieren llegar lejos. Decirles que el mundo no gira en torno a ellos
y que por más que los entrevisten en FOX o ESPN, aún no son figuras de talla
mundial.
A nuestros dirigentes también vale la pena decirles que no se
jacten porque no tienen nada que ver con lo que hoy es Falcao. Precisamente gracias
a estar lejos de ellos es que el tigre es la persona que conocemos.
A Jesurún en especial cabe recordarle que pese a las cifras
de dinero que pregona por patrocinio e ingresos de televisión, está
administrando un fútbol agonizante, lleno de equipos en quiebra, jugadores
fiando comida, compartiendo apartamentos como inmigrantes latinos en la Roosevelt
Avenue.
En fin, para cualquier técnico medianamente capaz la
selección Colombia de hoy debe ser conformada por Falcao y diez más, algo que
de manera increíble desconoció Leonel Alvarez, seguramente tratando de mostrar
que él era más importante que cualquier jugador.
En el país del mundo donde más nos gusta meternos cuentos y
defenderlos (mitómanos de raza), creemos que cualquier jugador que hace 8 o 10
goles en nuestro mediocre torneo es un figurón y puede sentar a un crack como
Radamel. Aquí es más valioso hacerle goles al Huila y al Cúcuta que al Madrid o
al Barcelona.
El tigre es un orgullo para Colombia, es la imagen positiva
del país, un abridor de puertas para que otros compatriotas sean tenidos en
cuenta. Ojalá que su magia siga brindándonos alegrías por muchos años más, que
su sonrisa y calidez continúen marcando una época y que sus colegas del fútbol
sigan su huella y se preocupen por ser buenas personas antes que cualquier
cosa.
Gracias Falcao, como amante del fútbol estoy en deuda por
tantas alegrías, por esa lección de humildad en medio de tanto halago, de
expresiones que cambiarían la forma de pensar de alguien frágil y maleable.
Gracias por siempre tener a Colombia presente en cada frase, en cada
celebración. Gracias por sentirte orgulloso de una tierra que maltrata a sus
ídolos, que se maltrata a sí misma, que sobrevive a pesar de nosotros.
Aunque no clasifiquemos al mundial, están pasando cosas positivas para el fútbol colombiano. Al menos dos: una, que surjan figuras como Falcao y James, quienes verdaderamente son ejemplo, condición clave para ser un verdadero ídolo. La segunda, aquella mujer que originó el Bolillo-gate, agotando así la lista de elegibles nacionales para técnico de la selección. Leonel fue, y él lo sabe, un plan de contingencia. Esa mujer merece un monumento. Seguramente, a Pekerman le tocará lidiar con más de un indisciplinado en algunas posiciones, quienes tendrán una oportunidad de oro de tomar buen ejemplo trabajando al lado de hombres como Falcao.
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