miércoles, 1 de agosto de 2012

Medallas al valor


Llegaron los Juegos Olímpicos de Verano en Londres y con ellos las ilusiones de una Nación como la nuestra que necesita de todo tipo de alicientes para hacer más llevadera su convulsionada situación socio-económica.

Más de 100 guerreros colombianos con mucho menos herramientas de preparación que las delegaciones de los países del primer mundo y en la mayoría de los casos sin poder dedicarse exclusivamente a sus deportes, viajaron con la esperanza de darle al país las alegrías que en otras áreas del quehacer nacional no son más que utopías.

Es cierto que el gobierno a través de COLDEPORTES y la empresa privada han mejorado en algo las condiciones de los deportistas de élite pero aún estamos lejos de las que tienen sus contrincantes en los países del primer mundo.

Mientras que en cualquier país de Europa o Norte América un deportista de elite es una estrella bien remunerada y con cientos de patrocinios encima, contratos de exclusividad y un reconocimiento absoluto de su pueblo, en Colombia con contadas excepciones son personas de pasados precarios en lo económico que buscan en el deporte encontrar un salvavidas para sus familias.

Por esto, siento que cada medalla de nuestros deportistas es un logro mucho más valioso que el de cualquiera que ha recibido todo y le han acondicionado el camino para lograrlo. Me atrevo a asegurar que es una medalla al valor, porque además de competir contra cientos de rivales con mejores oportunidades y condiciones, también compiten contra la indiferencia, contra la intolerancia, el abandono y la desorganización de nuestro país.

Para no ir más lejos hay que ver la forma en que Rigoberto Urán logró su medalla de plata en ciclismo en ruta. Un par de horas antes de iniciar la competencia no se encontraba inscrito, típico de nuestras delegaciones. El caso de Figueroa no es menos lejano de nuestros conflictos eternos y por poco se queda por fuera de la delegación y de competencia por querer entrenar con su técnico de siempre en el Valle y no con el búlgaro que dirige a la selección colombiana de halterofilia.

Como vemos, la competencia es fuerte desde antes de estar en el campo de batalla de cada deporte. No quiero dejar de lado la otra lucha de nuestros deportistas, esa que los enfrenta contra sus miedos, contra el derrotismo eterno que ha marcado nuestra historia olímpica, nuestra falta de jerarquía y de mentalidad ganadora.

Es un descaro exigirles medallas a los nuestros cuando apenas estamos empezando a hacer las cosas medianamente bien en temas de apoyo al deporte. La mayoría de nuestros representantes sueñan con la casa prefabricada en el barrio popular donde se criaron para que su mamá pueda vivir en algo propio por primera vez.

Los que mejores condiciones han tenido y han crecido en ambientes de comodidad, igual llevan ese gen de la falta de jerarquía, un día nos deslumbran con una actuación mágica y al siguiente pierden contra el aguatero de cualquier país.

Si nuestros gobiernos destinaran un 1% de lo que invierten en la guerra seguramente estaríamos hablando de Colombia como la mayor potencia latinoamericana en el ámbito deportivo pero no, mientras nuestros funcionarios públicos, congresistas, gobernadores, alcaldes y otras autoridades desfalcan al país de la manera más descarada con cifras de billones de pesos, Figueroa y Urán recibirán 73 millones de pesos cada uno por su medalla de plata.

Muchos dirán que es un esfuerzo del gobierno para incentivar a nuestros deportistas pero es una cifra menor cuando se tiene conciencia de los pocos deportistas que realmente tienen posibilidad de traer una medalla a casa.

Celebro que esta sea la delegación más grande de Colombia en unos juegos y también la de mayor calidad, sin embargo, el Comité Olímpico Colombiano y las diferentes ligas necesitan una mayor inyección económica y programas orientados a la formación integral de los deportistas, estudio y deporte de la mano.

En un país famoso en el mundo por sus medallas (la del Divino Niño, las 500 vírgenes a las que se acude y los 365 santos a los que se encomiendan) las únicas que escasean son las deportivas, sólo una de oro ganada por la gran María Isabel Urrutia con un mérito aún más grande ya que para ese entonces hasta en esteras sobre la tierra tenían que dormir nuestros deportistas.

Está claro que es una obligación del Estado aumentar el apoyo a los deportistas y no únicamente de los colombianos del común a través del aporte voluntario en los impuestos, como lo dije antes no se puede vivir pensando únicamente en presupuesto para la guerra, algo que para muchos se ha convertido en un negocio que se debe sostener a como de lugar.

Ojalá y llegue el día en el que estemos arriba en los deportes de primer orden, atletismo, natación, gimnasia, básquet, vóley, fútbol, tenis, deportes en los que vayamos de tú a tú con los países más poderosos del mundo y que sean complementados por aquellos en los que tenemos alguna figuración actualmente como el patinaje, las pesas y, cada vez menos, el boxeo. 

En conclusión, cada victoria de nuestros deportistas es un caso de éxito en medio de las dificultades, una muestra de nuestra capacidad para lograr cosas venciendo rivales más complicados que los que enfrentamos en el campo de juego, venciendo al pesimismo, al conformismo, a la discriminación y la indiferencia que desafortunadamente se han arraigado en nuestra cultura.

Espero que el deporte nos una, aunque sea por unos minutos para mirar en la misma dirección y soñar despiertos que todos somos uno solo y que unidos podemos sacar adelante a un país convaleciente que no soporta más golpes.

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